Las Caras de Belmez


Todo empezó un 23 de agosto de 1971 en Bélmez de la Moraleda (Jaén), un pequeño y precioso pueblo enclavado en plena Sierra Mágina. Allí, en una pequeña casa de la calle Rodríguez Acosta número 5 se encontraba María Gómez Cámara junto a su nieto. María estaba en la cocina preparando la cena para su marido, el cual se disponía a volver tras una intensa jornada laboral, cuando de pronto, observó algo en el suelo que le sobrecogió de gran manera. Sobre el pavimento de su vieja cocina, la imagen de una cara había surgido de la nada para asomarse a través de aquel vetusto suelo de cemento. Una cara que sería el principio del fenómeno más extraordinario del siglo XX. Una cara que cambiaría la vida de María Gómez Cámara. Una cara, que la acompañaría hasta los últimos días de su vida.

María no pudo retener aquel miedo que se apoderó de ella al ver ese rostro mirándola fijamente. Inmediatamente cogió a su nieto y salió corriendo entre gritos a la calle. Enseguida los vecinos fueron a socorrer e interesarse por María, la cual comentó lo que había pasado en su cocina. Ni que decir tiene el gran revuelo que se formó, al mismo tiempo que Juan Pereira, el esposo de María, hacía acto de presencia.

Diego Pereira, el hijo pequeño de Juan y María, decidió poner fin a aquel rostro de contundentes rasgos y ojos grandes. Piqueta en mano, comenzó a picar y destruir aquella tez de mirada amenazante que sembró de temor el apacible domicilio de los Pereira. Después de consumar su objetivo, se dispuso a rellenar nuevamente con cemento el hueco que había picado donde emergió la cara.

Todo había acabado. Esa maléfica y misteriosa imagen surgida de la nada jamás volvería a causar inquietud en aquella morada de Bélmez. Eso al menos pensaron todos.

Pero el 10 de septiembre ocurrió lo imposible. Un nuevo rostro apareció en el mismo sitio donde había picado el hijo pequeño de los Pereira. De nuevo el misterio se había adueñado de aquella casa de Rodríguez Acosta o “casa del obispo” como la llamaban en el pueblo.

Tal fue el revuelo, que enseguida el caso llegó a oídos del alcalde el cual mandó un peculiar encargo a un experimentado albañil de la localidad. Dicho encargo consistía en destruir dicho rostro y realizar una pequeña excavación para averiguar si había algo allí debajo que produjera aquellas apariciones.

El albañil, encargado por el alcalde Manuel Rodríguez Rivas, y con el fotógrafo Miguel Rodríguez y el propio Juan Pereira como testigos, comenzó la pequeña excavación sobre el lugar donde había aparecido la cara. Previamente, se había extraído con cuidado la parte del pavimento donde emergió el segundo rostro, y se le colocó un cristal a modo de protección contra los agentes externos. Dicho rostro bautizado como “La Pava”, todavía se conserva desde aquel día, o lo que es lo mismo, desde hace mas de 33 años. Nada parecía indicar la presencia de algo extraño debajo de aquella parte del suelo, cuando cual fue su sorpresa y la de los que allí se encontraban, que al llegar a los 2,80 metros de profundidad, empezaron a aparecer restos humanos. Restos humanos que consistían en huesos, costillas, tibias... pero sin cabeza. Unos restos humanos que se corresponde con la ubicación de la casa, en lo que mucho tiempo atrás fue un campo santo.

Todas clases de rumores empezaron a comentarse. Los había que aseguraban que eran los muertos los que se asomaban por el fogón, otros que era el mismísimo diablo que se había apoderado de aquella casa y mientras tanto en la morada de los Pereira más caras empezaban a manifestarse. Tanto fue el revuelo ocasionado que la prensa no tardó en hacerse eco del asunto, originando de esta manera, la curiosidad de la sociedad española por aquel fenómeno que se estaba produciendo en Bélmez de la Moraleda. Pero la curiosidad fue creciendo y pronto aquel tranquilo pueblo de la serranía de Jaén, se vio desbordado por los miles de curiosos que peregrinaban a diario a la calle Rodríguez Acosta número 5 para ser testigos de lo imposible.

Al lugar llegaban personajes de todo tipo, desde los que se hacían pasar por grandes conocedores del tema, videntes fraudulentos o quienes se desplazaban hasta allí para montar su particular negocio a costa del fenómeno.

Pero no todos los investigadores y conocedores de los temas parapsicológicos que llegaron hasta Bélmez en aquellos tiempos eran de esa índole. El prestigioso profesor Argumosa también hizo acto de presencia en el domicilio de Juan Pereira y María Gómez, dotando por fin a las misteriosas teleplastias de un carácter serio y digno de un profundo estudio carente hasta entonces.

Don Germán de Argumosa venía precedido hasta entonces de una gran experiencia en el ámbito paranormal y sus estudios e investigaciones habían sido reconocidos en todo el mundo por varios sectores de la ciencia, los medios de comunicación y los más insignes investigadores de éstos temas.

Pero sin embargo, sus pesquisas e indagaciones sobre las teleplastias de Bélmez dieron un giro de 180º y a la vez supuso una revolución dentro del fenómeno con las experiencias psicofónicas llevadas a cabo en la casa de las caras. Esto supuso, que los principales medios informativos de la época llenasen sus portadas con frases como “Las caras hablan”.

Ya no era simplemente la aparición de aquellos rostros y hasta cuerpos desnudos sobre el suelo de la vieja cocina de María Gómez, sino que además, el misterio crecía de una forma desmesurada por las enigmáticas grabaciones efectuadas por el profesor Argumosa. ¿Que eran aquellas voces? ¿Quiénes o que las producía? ¿Que querían?.

Fueron muchos los registros psicofónicos registrados por Germán de Argumosa y su equipo en el domicilio de los Pereira, y casi todos, dotados de una claridad y unos contenidos en sus mensajes que convertían estas manifestaciones parafónicas en documentos sonoros sencillamente espeluznantes.

Algunas de estas grabaciones registradas por los magnetófonos del profesor Argumosa contenían mensajes como estos:

- “ ¡BORRACHO!, ¡AQUI NO ACEPTO A BORRACHOS!”

- “POBRE QUICO...!

- “QUICO...¡QUICO!”

- “VA CON TODOS LOS HOMBRES”

- “ENTRA MUJER ENTRA”

- “EL INFIERNO EMPIEZA AQUI”

- “YO SIGO ENTERRADA”

Una de las teorías que se plantearon Germán y su grupo, fue la que hacía referencia a que tiempo atrás, aquella casa hubiera sido un lugar de alterne y vicio como consecuencia del contenido de las psicofónias y apariciones de mujeres desnudas sobre el suelo, y que por una razón u otra, se consumase un hecho trágico en aquel lugar quedando impregnado el ambiente del mismo.

Antiguos cementerios, lugar de culto a los difuntos, centro de vicio y alterne... nadie sabía él por qué de aquel absurdo. Mientras tanto, Germán de Argumosa seguía con sus indagaciones y psicofonías, quedando registrada una en la que una voz dejó este singular mensaje: “GERMAN, PICA PATIO, LEVANTA CEMENTO”.

Así lo hicieron, y nuevamente aparecieron más restos humanos. La procedencia de aquellas manifestaciones del más allá eran un verdadero enigma, pero lo que todos tenían claro era un detalle: Aquellas voces mostraban cierta inteligencia.

Las investigaciones y los resultados cosechados por el profesor Argumosa, eran noticia en el ámbito nacional e internacional, mostrándose interesados muchos de los investigadores más relevantes de la época, por auquellos sucesos que se venían produciendo en Bélmez.

Uno de éstos investigadores y toda una eminencia en estos temas fue el profesor e investigador alemán Hans Bender, parapsicólogo de la Universidad de Friburgo de Brisgovia, el cual aceptó la invitación de Germán de Argumosa para investigar de lleno el fenómeno de las teleplastias.

El 21 de febrero de 1972, el profesor Bender llegó a Bélmez de la Moraleda acompañado por su equipo y por un intérprete. Dicho equipo lo componía su secretaría, el director cinematográfico danés Hagen Hasselbalch y un cámara también de nacionalidad danesa. El revuelo fue total y enseguida los medios informativos se peleaban por conseguir una entrevista con el prestigioso parapsicólogo alemán.

En tanto, las peregrinaciones seguían y las molestias en casa de los Pereira eran cada vez mayores, haciendo casi imposible la vida cotidiana de los habitantes de la casa, acostumbrados desde siempre a una tranquilidad y sosiego que se vio truncado desde la aparición de aquellos misteriosos rostros. Sin embargo María, cambiaba esa tranquilidad por la búsqueda de una respuesta a tan enigmático suceso y siempre tenía sus puertas abiertas a todo aquel que pudiera transmitirle alguna información sobre el motivo por el cual sus “macabros vecinos” se habían establecido en su casa. Y así durante más de 30 años.

Pero las investigaciones seguían su curso y el profesor Bender catalogaba el suceso favorablemente, como así lo hizo saber durante una conferencia en el colegio Mayor Pio XII el 23 de mayo de 1972.

Los estudios de Argumosa iban sobre ruedas, pero éste quería ir más allá y obtener una prueba definitiva para demostrar la autenticidad del caso. Fue cuando se le ocurrió la posibilidad de precintar la cocina bajo acta notarial, para demostrar que nadie manipulaba esos rostros.

El encargado de tal efecto fue el notario del Ilustre Colegio de Granada, D. Antonio Palacios Luque, quien precintó la cocina de María el 23 de julio de 1973. El viejo fogón fue precintado durante un determinado tiempo y cuando se volvió a abrir no solo seguían allí las caras, sino que para sorpresa del notario, se habían desplazado.

El misterio de las caras de Bélmez parecía que no dejaba lugar a dudas en cuanto su veracidad, y eso empezó a molestar a las capas poderosas de la iglesia, la cual en la persona del párroco de Bélmez el padre Antonio Molina comenzó una cruzada en contra del fenómeno de las caras, sobre todo espoleado por las psicofonías que grabó Germán de Argumosa y a las que catalogaba como mensajes del demonio.

A partir de ese momento, empezaron a salir a la palestra personajes de todo tipo dispuestos a desprestigiar el misterio, así como grupos y falsos investigadores manejados por los hilos del gobierno franquista de la época, que sufrió toda clase de presiones por parte de la iglesia. Tal unión se vería reforzada aún más si cabe por la prensa, en la que el diario “Pueblo” era su estandarte y el principal demoledor del asunto a la hora de tachar de fraude una y otra vez las teleplastias. Esta unión a tres bandas sería bautizada mas tarde como “Operación Tridente”. Una operación que se encargo de callar el enigma durante mucho tiempo haciendo que éste cayera en el olvido como consecuencia de su desprestigio.

Tanto molestaba en las altas esferas políticas, que Antonio Rodríguez Rivas, por entonces alcalde de Bélmez, fue retenido y llevado hasta Madrid para dar explicaciones al Ministro de la Gobernación, Tomás Garicano Toñi, por aquel entonces la segunda persona más importante del país, la mano derecha de Francisco Franco.

Podemos imaginarnos lo que sintió don Antonio Rodríguez, alcalde de un pequeño pueblo andaluz, frente al segundo hombre más poderoso de España. Según don Antonio Rodríguez, el ministro le puso entre la espada y la pared y le pregunto que como se le había ocurrido montar una cosa así, a lo que le ordenó que hiciera lo que fuera necesario para acabar con aquella historia o de lo contrario se iba a enterar.

De todos modos el gobierno franquista no se cruzó de brazos esperando la decadencia del asunto y enseguida propuso enviar a Bélmez un grupo de investigadores para desacreditar aquel tema tan escabroso para ellos. Al frente de la expedición José Luis Jordán Peña, un investigador que se había ganado su fama por ser un auténtico reventador de Milagros. Junto a él, un equipo formado por especialistas en pintura, construcción, química, fotografía...

A su llegada a Bélmez lo recibió como no, el párroco Antonio Molina, el cual estaba convencido o al menos así lo hacía saber, que todo aquello era una broma de las vecinas de María.

Jordán empezó las investigaciones y analizó minuciosamente el rostro que se encontraba tras el cristal, llegando a la conclusión de que aquello fue pintado con una solución de cloruro sódico. Así de fácil lo describió Jordán. En cuanto a las psicofonías se dijo que eran producidas por las ondas de un automóvil arrancado a una distancia de 3 Km., y que al recogerlas el magnetófono podrían parecer voces tenebrosas.

A partir de ahí, el diario “Pueblo” que mantenía informado en todo momento del asunto de las caras, fue cebándose con el fenómeno, incluso con los Pereira y más concretamente en la persona de María, a la cual acusaron de ser la autora material de aquel supuesto fraude.

Poco a poco se fue olvidando el caso de las caras. Ya no eran multitud los que peregrinaban hasta Bélmez para ver aquellos rostros salidos de quien sabe donde. Ya no había medios de comunicación, ni cámaras, ni tantos “investigadores” y aprovechados del tema, ya no había nadie, pero María seguía con las puertas abiertas. Sólo quedaron los de siempre. Los investigadores de verdad. Todos los que sabían que aquello no era de origen humano, que aquellas caras tenían que decir algo más.

Durante la década de los noventa, el caso volvió a cobrar fuerza. Nuevas teleplastias habían hecho acto de presencia en el domicilio de María, ahora calle Real. Juan Pereira había fallecido años antes.

El CSIC investigó en primera línea las teleplastias y los resultados fueron rotundos: No había ningún indicio de fraude y se desconocía por completo el origen de aquellos misteriosos rostros. Ni pinturas, ni cloruro de sodio, ni restos de hollín... nada. No se habían encontrado indicio alguno de manipulación.

El Centro Superior de Investigaciones Científicas o lo que es lo mismo, la máxima autoridad científica de nuestro país, afirmaba en sus informes la autenticidad del fenómeno.

Por fin se había hecho justicia. De nuevo Bélmez volvía a estar en el candelero, pero esta vez, sin dudas. A partir de ahí, muchos investigadores comenzaron a investigar las caras. Algunos siempre estuvieron ahí.

Mientras, María esperaba en su sillón. Esperaba la respuesta de ¿por que a ella?, ¿ por que en su casa?.

Actualmente las principales investigaciones las lleva a cabo la SEIP (Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas) y cuyos resultados son muy interesantes, aportando conclusiones y datos nuevos al fenómeno de las caras de Bélmez.

Antes de terminar éste artículo, quisiera rendir un pequeño homenaje a María Gómez Cámara, que nos dejó el pasado 3 de febrero de 2004.

Una mujer que siempre tuvo sus puertas abiertas para todos.

Una mujer valiente como nadie, que fue capaz de convivir mas de 30 años con el misterio pegado a sus pies.

Una mujer con un corazón tan grande, que quería a sus caras como si fueran sus hijas.






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