Garabandal


San Sebastián de Garabandal, un pequeño pueblo situado en la falda de la cordillera cantábrica, vivió a principios de los 60 uno de los capítulos más impresionantes en cuanto al fenómeno de las apariciones marianas ocurridos en España. Y esque junto a las apariciones del El Escorial, sé a convertido en una referencia incuestionable para los investigadores de estas manifestaciones divinas.

En 1961, cuatro niñas de apenas 12 años aseguraron a sus impresionados vecinos haber presenciado la aparición de la Virgen en una huerta cercana a este aislado pueblo de apenas 80 casas.

Según las niñas, primero apareció un Ángel y días después se manifestó la Madre de Dios, quien les comentó que habían sido elegidas para transmitir al mundo una serie de mensajes. Para Jacinta, Mariloli, Conchita y Maricruz empezaría a partir de ese momento una serie de visiones y otros fenómenos marianos que se prolongarían durante cuatro años.

Enseguida la expectación se apoderó de San Sebastián de Garabandal y más concretamente de sus cuatro jóvenes vecinas. Muchos investigadores, curiosos, medios de comunicación y sobre todo creyentes se daban cita para ver y presenciar la visión de la Virgen o al menos ser testigos de milagros y señales celestiales. Toda una multitud que fueron testigos directos de aquellos estados de trance en los que se sumían aquellas cuatro chiquillas y que sin lugar a dudas sorprendían a todo el mundo.

Tan profundo era el trance que experimentaban las jóvenes videntes, que entraban en un estado total de éxtasis, un estado sin sensibilidad. Ni el flash de las cámaras fotográficas o ni los pinchazos en las nalgas a las que fueron sometidas por parte de un médico de la zona parecían alterarlas lo mas mínimo.

Pero sin duda alguna, lo más enigmático de todo, era la forma de ir desde sus casas hasta el lugar de las apariciones: andando hacia atrás y mirando hacia el cielo al mismo tiempo que pronunciaban distintas oraciones. Todo ello teniendo en cuenta el firme tan irregular por donde caminaban, lleno de rocas y piedras junto a otros obstáculos y que las niñas increíblemente conseguían esquivar.

Pero no todo iba a ser celestial y divino, puesto que desde el primer momento se toparon, como en muchos otros casos de este tipo, con la oposición de la Iglesia en torno a aquellas supuestas apariciones en Garabandal.

Un Jesuita, el Padre Andréu, investigó de cerca a las niñas y sobre todo esos trances tan profundos en los que entraban antes de las manifestaciones de la Virgen. Cierta tarde, el Padre Andréu con los ojos llenos de lágrimas exclamó una y otra vez ¡milagro!. Esa misma noche, el Jesuita murió después de afirmar que había visto a la Madre de Dios.

Muchísimas personas se tomaron tal suceso como la prueba irrefutable de que verdaderamente algo extraño estaba ocurriendo en Garabandal.

La Iglesia enseguida salió al paso de aquellos rumores y otra vez mas desmintió todo lo relacionado con las apariciones, mensajes y extraños sucesos que se producían en el pequeño pueblecito cántabro. Según la familia de una de las niñas, concretamente de Conchita, la Iglesia llegó incluso a presionarles para que las cuatro chiquillas se olvidaran del tema y se marcharan con los suyos lejos de Garabandal, a cambio de buenos colegios donde se harían todas unas señoritas cultas y con futuro, o de lo contrario ingresarían a las niñas en un manicomio y a sus familias en la carcel.

Pero esto parecía no afectar para nada a las jovencitas, continuando las visiones de la Virgen y seres angelicales. Ángeles que ellas mismas aseguraban, de los que recibían la comunión en diversas ocasiones. Eran en esos instantes cuando las niñas miraban al cielo y abrían la boca para recibir el cuerpo de Cristo de manos de un Ángel, pero que solamente todo aquello era visible para ellas.

Un buen día, el 18 de Julio de 1962, Conchita salió de su casa en éxtasis. Instantes después, una ostia se materializó en la boca de la niña. Tal fenómeno quedó registrado por una de las incontables cámaras fotográficas que habían en aquel momento. Días posteriores, un familiar de las niñas aseguró que aquella tarde había visto a las cuatro chiquillas coger unas ostias de la Iglesia.

El 18 de Junio de 1965 se produjo la última aparición de la Virgen, quien según las niñas, les trasmitió un mensaje catastrófico. En dicho mensaje, la Virgen les comunicó que mandaría un castigo a los hombres si éstos seguían alejándose de Dios. Después de aquello, Jacinta, Mariloli, Cochita y Maricruz dejarían de recibir mas mensajes, ni tener mas visiones ni nada relacionado con aquel fenómeno. Un fenómeno que sin duda, condicionó sus vidas para siempre, hasta tal punto que tres de ellas marcharon a Estados Unidos, lejos de la popularidad que marcó su infancia.


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